Wednesday, June 24, 2015

“Prediques la palabra”

    El apóstol Pablo le mandó a Timoteo, “prediques la palabra,” pero esto aplica a cada discípulo de Cristo, o sea a cada cristiano. Nadie tiene una responsabilidad más importante que “predicar la palabra.” Los gobiernos pueden hacer mandamientos, y los ejércitos pueden pelear y conquistar a sus enemigos, pero no hay mandamiento, ni conquista más importante que la salvación de un alma por medio de la predicación de la palabra de Dios.
    Es un honor predicar la palabra de Dios. Cuando uno tenga la oportunidad de predicar la palabra de Dios, debe recordar que no hay otro trabajo más importante bajo el cielo que predicar la palabra de Dios. Siempre estoy feliz cuando tengo la oportunidad de predicar la palabra de Dios. Es una obligación solemne que uno tiene cuando predica la palabra de Dios. Esta obligación fue aceptada por hermanos fieles desde el tiempo que la iglesia fue establecida y los fieles van a continuar aceptando esta obligación hasta que la vida en esta tierra termine y Cristo vuelva.
    Jesús preguntó muy seriamente, “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Entonces, ¿qué hallará Jesús cuando vuelva? ¿Hallará fe, cristianos fieles guardando la palabra de Dios? La fe está establecida por la palabra de Dios. El apóstol Pablo dijo, “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). En la Biblia leemos varias veces esta frase, “El que tiene oídos para oír, oiga.” El escuchar es importante. Cómo uno escucha la palabra de Dios puede determinar a donde pasará la eternidad. ¿Escuchamos cuando la palabra de Dios es predicada? ¿Permitimos a la palabra de Dios influir en nuestras vidas?
    Vamos a notar un pasaje que el apóstol Pablo escribió a Timoteo. “16Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. 1Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 3:16-17; 2 Timoteo 4:1-4).
    Siempre existe la tentación de predicar algo diferente o aparte de la palabra de Dios. Sin embargo, el mandamiento para el cristiano es predicar nada más que la palabra de Dios. La palabra de Pablo es “prediques la palabra.”
    Note las cinco cosas importantes que el apóstol Pablo le dijo a Timoteo en el versículo uno. 1. “Te encarezco.” 2. “Delante de Dios.” 3. “Señor Jesucristo.” 4. “Que juzgará a los vivos y a los muertos.” 5. “En su manifestación y en su reino.” Uno puede entender la gravedad del mandamiento “prediques la palabra” cuando lee el versículo uno. Casi no podemos encontrar un versículo más solemne que este versículo. Tenemos que dar cuenta a Cristo de cómo llevamos a cabo el mandamiento “prediques la palabra” cuando él vuelva. ¿Era fiel al mandamiento? Y los que escucharon a la palabra de Dios tienen que dar cuenta cómo escucharon o recibieron la palabra de Dios. ¿Cómo respondió a la palabra de Dios? No queremos estar en el lugar de los que Pablo mencionó en los versículos tres y cuatro. “3Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” Cuando Cristo vuelva todas estas cosas serán reveladas.
    Si tenemos que predicar la palabra de Dios debemos hacer la pregunta, ¿cuál es la palabra? Tenemos que saber cuál es la “palabra” si tenemos que predicarla. El apóstol Pablo dijo, “16Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” Inmediatamente después que dijo esto Pablo mandó, “prediques la palabra.” Concluimos un punto muy lógico que “la Escritura inspirada” es “la palabra de Dios.” Esta es la palabra que los fieles tienen que predicar. Esta es la palabra que es el poder de Dios para salvar el alma. Pablo dijo: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). Lea las palabras que Pablo le dijo a Timoteo, “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:14-15). Nada, aparte de la palabra de Dios, puede hacer a uno sabio para la salvación. La costumbre y el mandamiento del hombre no tienen poder para salvar a nadie, sino que condena a la persona.
    La palabra de Dios es la sana doctrina, y hay una urgencia de predicar la palabra de Dios, o sea la sana doctrina, porque el apóstol Pablo dijo que vendrá un tiempo cuando la gente no querrá recibir o aceptar la palabra de Dios. “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina…” Este tiempo ya ha llegado porque hoy en día poca gente quiere recibir la sana doctrina. La mayoría busca la doctrina que no condenan a nadie y no tiene que arrepentirse de nada. Muchos han salido de la sana doctrina para seguir otro evangelio (Gálatas 1:6). El cristiano no debe predicar más que la sana doctrina.
    La sana doctrina es la enseñanza de los apóstoles, hombres inspirados por Dios. Note lo que el apóstol Pablo dijo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 1:23). Pablo quería motivar a Timoteo a guardar sus palabras. Timoteo no debía guardar cualquier palabra sino la sana palabra. También, Pablo dijo que guardar lo que “de mí oíste.” Podemos concluir que existe un cuerpo de verdad que conocemos como la palabra de Dios, la sana doctrina, el Nuevo Testamento que es accesible al hombre. La palabra de los apóstoles, hombres inspirados por Dios, era la palabra que la gente recibió en el día de Pentecostés y por su obediencia a la misma palabra “el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47). La palabra de Dios, la sana doctrina, era el estándar para los cristianos desde el primer siglo hasta el día de hoy. La sana doctrina fue dada fielmente a la iglesia, y el cristiano en el día de hoy tiene la misma palabra. La palabra de Dios no está cambiando como otras cosas en el mundo moderno, sino que es fija, o sea inalterable. Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). La palabra de Dios está escrita para prevenir la corrupción de ella. El hombre corrompe la palabra de Dios cuando mezcla su propia doctrina, o sea la doctrina del hombre con la sana doctrina. La palabra “sana” significa “saludable,” y, por eso, debemos dejar la sana doctrina como “sana y saludable” sin la corrupción de la doctrina del hombre.
    La palabra de Dios es la escritura del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Esta palabra inspirada es lo que el cristiano hoy predica. La Biblia debe tener su morada principal en la mente del cristiano. El cristiano debe meditar en la palabra de Dios día y noche. Josué dijo: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).
    ¿Qué es predicar la palabra? ¿Es predicar diferente de enseñar? Las dos palabras son parecidas pero son distintas. El apóstol Pablo dijo: “10pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, 11del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles” (2 Timoteo 1:10-11). Pablo dijo que él era predicador y maestro. La palabra maestro es más común que la palabra predicador. Un maestro enseña y da la aplicación de la palabra de Dios a la persona. Jesús les enseñaba a los judíos la ley de Dios. Los judíos conocían la ley pero pocos la obedecían, y los judíos se sentían enojados con Jesús cuando les enseñaba que no se sometían a la ley. También, Jesús les enseñaba por las parábolas. Hay varias palabras que uno puede utilizar cuando habla de la obra del predicador. El predicador es un heraldo de las buenas nuevas, o sea el evangelio. Un heraldo proclama, anuncia y pregona las buenas nuevas a la gente para que cuando las escuche y obedezca sea salva. Podemos ilustrar el punto con el ángel Gabriel cuando anunció el nacimiento de Jesús. “Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas” (Lucas 1:19). Su obra en ese momento era llevar la noticia que Jesús ya había nacido. Hoy día el predicador es enviado para llevar el evangelio al mundo. Pablo dijo: “¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:15). Por la predicación del predicador uno se da cuenta que es un pecador y sin obedecer el evangelio está perdido sin la esperanza de un lugar en el cielo.
    ¿Por qué es la predicación de la palabra de Dios importante? Porque no hay organización en el mundo aparte de la iglesia que trata de los asuntos eternos, Dios, Jesucristo, el Espíritu Santo, juicio, vida eterna y la salvación del alma del hombre. Cada vez que la iglesia se congrega es para adorar a Dios y enseñar a la gente en los asuntos espirituales, o sea los asuntos eternos. Si la iglesia no enseña tales cosas, ¿quién va a enseñar la sencilla palabra de Dios? También, predicamos la palabra de Dios porque es la verdad. “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). La verdad merece ser predicada.
    Dios quiere que el hombre le adore en espíritu y en verdad. Jesús dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24). La palabra de Dios nos enseña la manera que debemos adorarle. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). Por la predicación de la palabra de Dios el hombre puede entender la manera que Dios quiere que el hombre le adore y use bien las Escrituras. La palabra de Dios es un tesoro del cielo para instruir al hombre en el camino derecho y que se aparte del camino del mal. Jesús dijo: “13Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; 14porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14). La persona que predica y enseña mal la palabra de Dios quita su poder para salvar el alma. Pablo dijo que el evangelio es el poder de Dios para salvación. “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). Sin embargo, si uno enseña mal la palabra, es como si estuviera enseñando otro evangelio. Pablo les dijo a los gálatas: “6Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. 7No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1:6-9). “Prediques la palabra” significa que no enseñamos fuera de la palabra y tomamos la actitud del apóstol Pedro cuando él dijo: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 4:11). Creo que siempre existe la tentación de Satanás para predicar algo diferente a la palabra inspirada. El cristiano tiene que resistir esta tentación de predicar algo diferente. La palabra de Dios es la única cosa que el cristiano tiene autoridad para predicar.
    La palabra de Dios le da al hombre acceso al agua viva y el pan de vida (Juan 4 y 6). La persona que toma esta agua y come este pan vive espiritualmente, sin embargo la persona que no toma esta agua y no come este pan muere espiritualmente. Por eso, la Escritura inspirada por Dios es la palabra que predicamos y seguimos. Esta palabra es “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” Ω

“Prediques la palabra”

M. Robert Helwig